Es en este cuadro, las reivindicaciones de las protestas del 11 de julio pasado tienen una clara proyección política. Esto no debe ser disimulado alegando el carácter social de los reclamos, porque el destino final de estos reclamos depende del poder político que emerja de la presente crisis. Los reclamos por los cortes de luz y la falta de medicamentos; los ataques a las tiendas dolarizadas; la denuncia de los privilegios de la burocracia de cara a la pandemia, las protestas contra los despidos en las empresas estatales, el reclamo de aumentos salariales, las protestas contra el desabastecimiento de productos básicos; todo esto constituye una tendencia irrefutable de las masas a reconstruir la sociedad sobre bases comunistas. Es claro, sin embargo, que no existe aun una dirección que traduzca esta tendencia al plano de la lucha política. En estas condiciones, las fuerzas dominantes, por el momento, son las de la burocracia estatal y sus fuerzas armadas, y de otro lado las que operan como correas de transmisión del capital internacional y de los estados imperialistas. Con intereses propios, opera la gusanería exiliada, que no siempre coinciden con la política general del imperialismo. Las masivas protestas populares han sido un golpe al entendimiento ‘pacífico’ del gobierno de Cuba con Biden, en la línea abierta por Obama.
La crisis revolucionaria recién ha comenzado; queda por delante una etapa de maduración en la que se diseñarán nuevas relaciones de fuerza y se desarrollará la experiencia de las masas y se definirá la orientación concreta del imperialismo. La reintegración de China a la economía capitalista mundial fue largamente negociada, mientras se desarrollaban guerras internaciones y revolucionarias, por ejemplo en Vietnam. La etapa que se ha abierto en Cuba será fuertemente determinada por la lucha de clases internacional.
Las discusiones en curso, con el saldo correspondiente de diferenciaciones entre unas posiciones y otras, serán el punto de partida de discusiones que serán cada vez más ricas.
Respecto a la cuestión del programa, queremos señalar lo siguiente.
El “Ordenamiento” representa la estrategia del gobierno; no se limita a la unificación monetaria ni a la devaluación del peso. Al cabo de un año de su implementación, no se ha establecido un mercado interno único, ni tampoco un tipo de cambio. Somos de la opinión de que se debería plantear la derogación del “Ordenamiento”, por un lado, y plantear la convocatoria de un congreso de trabajadores, para discutir y votar un programa alternativo, por el otro. En la campaña por estos planteos serían necesarias reivindicaciones para revertir la miseria social – como un salario y un seguro al parado de determinado monto, ajustado mensualmente a la inflación; cese de despidos y reparto de horas de trabajo; apertura de los libros de las empresas del estado y los bancos, y control obrero de la producción; incluso un control obrero del comercio exterior.
Este programa, digamos elemental, pone al desnudo la cuestión fundamental de las organizaciones obreras de masas – que han formado parte del estado desde el comienzo de la Revolución. Los sindicatos deben ser independientes del Estado y democráticos, en primer lugar como órganos de defensa de las masas. Cuando la Unión Soviética abandonó el comunismo de guerra y revirtió hacia la Nueva Política Económica, el partido bolchevique adoptó la posición de la independencia sindical.
La Constitución de Cuba, recientemente reformada, ha ratificado el sistema de partido único. El partido único es un pilar del régimen burocrático y de la estatización política – lo contrario del slogan comunista que plantea la reabsorción social de las funciones estatales. El partido único es incompatible con la independencia de los sindicatos y la posbiliidad de la democracia sindical y la libre expresión en general. En China, el partido único ha servido para establecer la acumulación capitalista; los nuevos estatuos admiten la afiiación de las patronales; y hoy supervisan el trabajo en las empresas, con la finalidad, al menos más importante, de ahogar en el nido la rebelión de los trabajadores.
La abolición del principio político-constitucional del partido único, dará lugar al debate acerca de la pluralidad partidaria, que es algo diferente, porque ella no puede aceptar la legalización de la agitación contrarrevolucionaria, como tampoco los estados capitalistas toleran la agitación revolucionaria. Las condiciones de la pluraiidad política la fijarán los consejos obreros que serán la base de un gobierno de trabajadores.
En julio de 1993, denuncié el régimen de partido único, en La Habana, en presencia de Fidel Castro, en una reunión convocada por el partido comunista a los 500 delegados que asistieron a una Conferenica del Foro de Sao Paulo. En medio del ‘período especial’, cuando el gobierno discutía la legalización del dólar, reclamé el derecho a la existencia de un partido que se opusiera a la dolarización, para que el pueblo pudiera votar las alternativas estratégicas de uno y otro planteo. Describí el método de funcionamiento del gobierno cubano como “bonapartista” personal de Fidel Castro. Fidel me replicó sin aludir a ningún aspecto de la caracterización que había desarrollado.
Cuba está gobernada en el presente por una burocracia anti-obrera; ha dejado de ser hace mucho un gobierno revolucionario con deformaciones burocráticas. Es más que una nomenklatura, es un sistema de poder y una forma de explotación social ‘sui géneris’. Esto no significa que esté a la orden del día la consigna “abajo el gobierno”, lo cual, en todas las circunstancias históricas y países, está condicionada por un conjunto de factores, tácticos y estratégicos. Como se señala más arriba, se ha iniciado una etapa de maduración de la crisis política, aun lejos de haber culminado.
Las cuestiones de táctica y de política no deben, sin embargo, oscurecer las caracterizaciones del Estado, el régimen y las fuerzas en presencia. Repetimos: la tendencia instintiva de las masas a enfrentar la crisis por medio de la defensa de sus intereses, se encuentra en contradicción con la supremacía transitoria de la burocracia, de un lado, y el imperialismo, del otro, en el terreno político inmediato. La reversión de esta situación depende de la lucha de clases internacional, pero por sobre todo de los Comunistas Revolucionarios, sobre la base de un programa y un método de organización.
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