El oficialismo del Partido Obrero ha publicado en su web una nota contra el Partido de los Trabajadores que es una señal muy instructiva del clima que ha rodeado al 27° Congreso. El artículo de Rafael Santos, escrito para denunciar la no presentación del PT a las elecciones departamentales del mes pasado, rápidamente se vuelca a endilgarnos toda una serie de defecciones que no se molesta en fundamentar.
Las elecciones en Uruguay
Primero es importante detenerse un instante en las características de las elecciones en cuestión.
Las departamentales de Uruguay se desarrollaron el pasado 27 de setiembre paa elegir a los 19 intendentes de los distintos departamentos de forma simultánea mediante voto obligatorio. A groso modo, serían el equivalente a los gobernadores provinciales de Argentina. También se eligen una cantidad mayor de alcaldes, una figura creada hace dos elecciones, menos relevante y que podemos equiparar a los intendentes bonaerenses. La cantidad de alcaldes varía según el Departamento, los de Montevideo son ocho correspondiendo a cada uno de los municipios en los que se divide la Capital -algo similar a las Juntas Comunales de la Ciudad de Buenos Aires. Estas elecciones debieron llevarse a cabo en el mes de mayo, pero las restricciones de movimiento que generó la pandemia de Covid-19 llevó a los partidos del régimen a establecer un acuerdo para diferirlas hasta setiembre. Este traslado no hay que pasarlo por alto, pues significa que la elección se consuma seis meses después de asumido el nuevo gobierno a nivel nacional. En todos los demás casos, las departamentales eran una continuación de los comicios nacionales, que en el caso de existir segunda vuelta (como efectivamente sucedió) se puede extender hasta noviembre. La población fue a las urnas con un gobierno nacional establecido y actuante. En tal sentido algunos observadores han querido ver en la jornada una suerte de elección de “medio término”.
La sociedad ha quedado dividida en cinco partes para la coalición derechista, cuatro para el FA y uno al margen de ambos bloques. Los socios de la coalición fueron fagocitados por el Partido Nacional; el partido Colorado volvió a desplomarse, incluso por debajo de cualquier elección precedente y Cabildo Abierto se derrumbó. La coalición perdió cuatro puntos con relación a octubre y el FA subió uno. Al final del recuento, los números dan un millón cien mil votos a los primeros y 900 mil a los segundos.
Políticamente, la elección más importante por lejos es la de Montevideo, donde se concentra el 50% del padrón. Montevideo es gobernada desde 1990 por el Frente Amplio. Es el bastión por excelencia de la centroizquierda. En esta ocasión y luego de perder el gobierno nacional en las generales del año pasado el FA se jugaba una parada clave. Para conservar este enclave presentó una triple candidatura, que reunían juntas el 50% de la intención de voto. Los partidos tradicionales (Blancos y Colorados) replicaron el acuerdo que les permitió acceder al gobierno a nivel nacional y desplazar al Frente Amplio (conocida como “coalición multicolor”). Para ello impulsaron una candidatura única (Laura Raffo) que arañó el 40% de los votos. Aunque fue la más votada, la intendencia se la queda el candidato más votado del lema más votado. Por eso la elección arrojó el triunfo de Carolina Cosse (20%). Podríamos decir una intendenta devaluada. Los demás candidatos del FA eran Álvaro Villar (18%) y Martínez (12%). El FA también ganó y por un margen muchísimo más amplio en el segundo Departamento en importancia, Canelones, donde el actual intendente Yamandú Orsi obtuvo el 50% del total de votos, sacándole más de 30 puntos a su más inmediato competidor, un hombre del Partido Nacional que reunió un 16%. El otro lugar donde el FA logró imponerse por un pelo fue Salto, el único departamento donde hubo una elección triangular, entre el FA, Blancos y Colorados. La falta de acuerdo entre los dos últimos permitió que Lima retuviera la intendencia. El capítulo de Salto provocó el reclamo de los Colorados, que habían bajado el perfil de sus candidaturas en otros departamentos en beneficio de sus socios blancos. El expresidente Sanguinetti (quizás el principal padre de la Coalición de gobierno) escribió que, si bien el Partido Nacional se vio beneficiado con 15 intendencias, cabe preguntarse: “¿Son todos votos blancos? Sin duda que no.” (Correo de los Viernes). Sobre Salto expresa: “No se nos escuchó, no se nos respetó”. Los chispazos no son los primeros ni serán los últimos.
Del otro lado también se produjeron desplazamientos. Cosse fue apoyada principalmente por el Partido Comunista y el Partido Socialista (que viene golpeado por los desgajamientos permanentes que tiene por derecha). El espacio que se identifica con el ex Ministro de Economía, Danilo Astori, que apoyaba a Martínez, salió muy golpeado, quedando último luego de estar primero en las proyecciones de las encuestadoras. El MPP (el sector de Mujica) volvió a cosechar otro fracaso a nivel departamental, pero esgrime el atenuante de ser el sector más votado de todos los del FA. En realidad, donde Mujica puso las fichas fue en el intendente de Canelones, Yamandú Orsi, quien reunió la misma cantidad de votos que Cosse (180 mil) un hombre que se ha volcado ostensiblemente a derecha y que todos dan por descontado será candidato a presidente. El hombre que puede “abrirle la tranquera” del interior a un FA reducido a lo “metropolitano”. En su acto de cierre de jornada la estrella en ascenso se presentó con el pabellón nacional de fondo y un discurso “con un tono que excedió lo departamental y empezó a mirar hacia 2024” (El Observador). En tal sentido llamó a “tender puentes” (con Lacalle) y abandonar la “campaña perpetua” (ídem). Más claro es Lima que dice no ver al gobierno nacional como un enemigo, sino como un “un aliado” (!!) (El Observador, 29/09). Un bochorno.
El PCU sale fortalecido de esta elección, pero rápidamente cortó de raíz cualquier expectativa que se hubiera generado en su base. El senador y dirigente de ese partido, Oscar Andrade, manifestó que “va a ser un gobierno de todo el Frente Amplio” y a “quienes dicen que como Cosse tiene el apoyo del PC al día siguiente de que asuma se van a instalar los gulags en Montevideo” (…) “Pero a ver, Tabaré Vázquez salió intendente con la 1001 teniendo la mitad de los votos en Montevideo, no un 15%, la mitad. Y lejos de la dictadura del proletariado lo que se instaló ahí fue la posibilidad de que los estudiantes pudieran viajar de forma gratuita, problemas de pavimentación de alumbrado que estaban, cientos de basureros endémicos (…) llevar leche en polvo a las escuelas, una gestión honesta.”. Andrade se cura en salud, nadie se angustia con futuros soviets por el triunfo de una candidata impulsada por su partido, el PC ya tuvo a una mujer gobernando la capital, Ana Olivera, que será recordada por las próximas generaciones como la Intendenta comunista que puso al Ejército a recoger los residuos de la ciudad para reventar el conflicto de los empleados municipales que exigían una recuperación salarial de dos puntos.
Por si existen dudas, ahí está la controversia denominada por la prensa como “del párrafo tres”, referido al programa para las elecciones que presentó el FA donde expone en esa parte del texto “…el desafío de enfrentar desde la Intendencia de Montevideo los embates del programa restaurador de privilegios de un gobierno nacional de derecha que representa los intereses de los sectores más reaccionarios de las clases dominantes”. Consultada por la prensa la intendenta electa mandó a parar: “el programa de gobierno no se cumple oración por oración; tiene 53 páginas”. Confiesa así que trampearon a su propia gente. Sea como fuere, las desmedidas ambiciones del párrafo tres no podría cumplirlas nunca una fuerza de las características y composición del FA. Para enfrentar los embates de la derecha y las clases dominantes, debiera tener un programa anticapitalista. El famoso párrafo tres no establece las medidas que se adoptarían para “enfrentar” los “embates”. Tampoco el resto del programa. No hay ninguna línea de movilización, es un círculo que gira en torno al estado capitalista donde se apela al voto como talismán, es decir, el encumbramiento de ellos mismos. El párrafo tres es pura chapucería. Cosse y el PCU se preparan para acordar con Lacalle y “gestionar” la intendencia.
Aunque suene a cliché, las elecciones no han resuelto nada. La conflictividad está en acenso y se espera un repunte para este mes. Hay movilizaciones de un principio de frente único de varios sindicatos, sobre todo públicos y de la enseñanza, que ya no se restringe a pedidos a la burocracia del PIT-CNT. Esta última realiza acciones aisladas y deja pasar todos los planes del gobierno. Promete el escarmiento, ahora, a través del plebiscito que votó impulsar a regañadientes, que busca derogar en PARTE la Ley de Urgente Consideración.
La izquierda
La izquierda aparece reducida respecto a sí misma. La Unidad Popular que es un frente electoral integrado por media docena de grupos, todos de una u otra manera tributarios del frente populismo, que ya venía de un retroceso en las elecciones de octubre, sacó algo más de tres mil votos en Montevideo. No es correcto colocar al PERI (ambientalista) como parte del espectro de izquierda, es un conglomerado ecléctico que fue tras la candidatura de Raffo en Montevideo y su candidato y líder ha sido cooptado rápidamente (vota todo el tiempo junto a la bancada de gobierno). Siendo estrictos tampoco es un partido, carece de dirección y estructura.
Desde el Partido de los Trabajadores decidimos no presentarnos, fue una decisión política. Podríamos haber reunido fácilmente las convenciones departamentales y aprobar las candidaturas, en especial en Canelones y Montevideo (también en Rivera). Pero el desarrollo de la campaña hubiera sido sumamente dificultoso, en una elección en la que tiene un peso muy grande el “voto útil”.
Nuestro partido viene atravesando una crisis que tiene varias puntas, que arrastramos desde hace un tiempo y que requiere un balance más amplio. La trayectoria histórica del PT muestra que tuvo posibilidades de crecer, y de hecho tuvo saltos en su desarrollo, en aquellos momentos de mayor intensidad de la lucha de clases, y sobre todo cuando nuestra intervención nos colocó como un factor de la situación política, del mismo modo que los retrocesos organizativos se produjeron fundamentalmente en un cuadro de reflujo, agravados muchas veces por errores o limitaciones propias. Esto debe ser integrado en un futuro a un balance más general, por ejemplo, un capítulo debería ser el PT y el Frente Amplio. Un frente popular con más de 40 años es una anomalía. Nos debemos una explicación. En todo este proceso, el PT sufrió una gran presión desde el FA. Esta presión desde la izquierda democratizante y el frentepopulismo generó más de una vez respuestas defensivas y sectarias, sumado a problemas de método, limitaciones políticas, tendencia al centrismo organizativo, y en particular la dificultad para mantener la salida regular del periódico.
El PT fue el único que caracterizó correctamente a qué venía a gobernar el FA, mientras que algunas organizaciones de izquierda (hoy fuera de dicho frente) caracterizaban su victoria como un “triunfo popular” (aun criticando aspectos de su política). En el proceso de agotamiento creciente de las expectativas populares en el FA, el PT tiene un capital fundamental para intervenir, y es que no es una organización que se “desengañó” de los líderes frenteamplistas, sino que libró una lucha sistemática contra el frente popular.
La crisis del Partido Obrero sin duda acentuó un impasse ya presente, aun debemos aportar nuestra comprensión de todo este proceso que atraviesa a toda la izquierda y no sólo a nuestra corriente.
Un balance histórico del PT muestra que no sólo cuenta con una bandera limpia que ofrecer a la clase obrera y a la juventud, sino además que se trata de una organización viva y no una secta ajena a la lucha de clases.
Un partido inserto en la vanguardia obrera y que interviene en la lucha de clases se beneficia de los ascensos y sufre los reflujos de la clase obrera. Una secta o aparato puede ser hasta cierto punto más inmune a los procesos de masas. Una organización viva, revolucionaria, acompaña hasta cierto punto estos vaivenes de la lucha de las masas.
Provocación
Como explicamos al inicio, el triunfo del FA estaba descontado en los distritos que reúnen el 60% de la población uruguaya, dejando muy atrás a sus adversarios derechistas. La afirmación de Santos de que el PT no se pronunció porque cedemos a la presión del frente popular desnuda un nivel de ignorancia de la política del país que no podría ser más severo.
Santos dice que ellos hubieran querido llamar a votar al PT, pero para ello debería haber candidatos del PT. Además, nos acusa de esconder la cabeza como el avestruz, aunque por su pluma no nos enteramos nunca de cuál es la posición concreta del PO. Para votar en blanco no necesitan ninguna declaración del PT, basta con pronunciarse. En el mejor de los casos es un enfoque formal, ni político, ni revolucionario.
En un esfuerzo polémico desproporcionado, nos atribuye una “adaptación” y “apoyo encubierto al Frente Amplio” y nos emparenta al NPA francés que se negó a realizar campaña por el voto en blanco “empujando de hecho a una libertad de voto capituladora frente a Macron”. Cuando se llega a este nivel de manipulación y confusión el debate adquiere ribetes surrealistas, o más bien están inspirados en la provocación que caracteriza a todo aparato, como se ha convertido el PO (oficial); van demasiado lejos. Nuestro partido fue el ÚNICO que se pronunció expresamente por el voto en blanco en el balotaje entre Daniel Martínez (candidato del FA) y Lacalle Pou (el actual presidente) de las elecciones generales del año pasado, cuando todas las encuestas proyectaban un final cerrado (el desenlace se decidió en los votos observados y con Martínez pidiendo el VAR).. Cuando se afirma como hace en otro artículo el mismo autor, que “La peor debacle fue la del PT… que no fijó posición electoral (sic) en un guiño cómplice de libertad de voto hacia el FA” (destacado nuestro), queda claro que el objetivo es transformar al PT a ojos de su militancia en algo odioso y despreciable. Las acusaciones de Santos son pura calumnia. Rafael Santos ahora, en Bolivia, donde llama a votar a un candidato patronal de un partido que ha colaborado un año con la fascista Áñez. Santos probablemente no sabía, ni él mismo, a fines de septiembre que acabaría llamando a hacer la revolución a través del voto al MAS boliviano.
En su requisitoria, nos endilga toda clase de desviaciones, de sectarismo para arriba, pero no sólo de ahora sino “durante 40 años”. Lo insólito de esta sentencia es que el hombre que lo escribe no es un recién llegado, sino un dirigente histórico del PO, para colmo ¡de la comisión internacional! . De mínima lo descalifica como polemista, pues alguna responsabilidad tendrá también de ser correcta su constatación. Hace año y medio vino a Montevideo a insultarnos por nuestro repudio a 1200 expulsiones de parte del aparato al que responde. Si la vara por la que mide el éxito de una organización son los votos, el PT tuvo sus mejores resultados históricos en las últimas dos instancias electorales (2014 y 2019). El autor tropieza con sus propios sofismas. Ya en el colmo de las inconsistencias nos acusa de secta “propagandista”, aunque es el propio oficialismo del PO quien viene de impulsar una Conferencia Latinoamericana y de los Estados Unidos donde presentaron a una organización de Uruguay que no existe: La agrupación León Trotsky, que no ha escrito dos líneas, que no sabemos dónde actúa y ni siquiera tiene “un blog”.
Ahora bien, ¿Todo esto por una elección departamental? Esta campaña de malversación probablemente no conduzca a nada, pero comete un error quien no vea su alcance; el objetivo de la actual dirección del PO es legitimar las expulsiones ilegítimas de quienes hoy forman la Tendencia (al menos un millar). La Tendencia ha recurrido las expulsiones, pero el método del sigilo burocrático por el que discurre elimina al congreso como instancia viva.
Para el mundo exterior la batería de desperdicio con la que nos obsequia el PO-Oficial contra un partido hasta ayer hermano debe resultar espectacular. Para nosotros no resulta nada inesperado. Hubiéramos preferido pasar por alto este artículo tan deshonesto, pero este es el texto de una persona responsable y guardiana del aparato, y por ello no podíamos ignorarlo. Golpear al PT, en la lógica del aparato, es golpear a la Tendencia. La actual dirección no se ha privado de nada durante más de un año, respondiendo a la lucha ideológica con intrigas organizativas y poniendo a todo el partido ante hechos consumados. Pretende manejar un partido revolucionario a golpe de decretos de necesidad y urgencia.
No se nos escapa que los enemigos de clase escuchan, no nos interesan los agravios. Pasamos sin mirar por encima de los infundios de los Santos y los Diablos. No identificamos al partido con su CC ni “presidentes”. Golpeamos la puerta del partido no las de la oficina del partido.
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