El 24 de abril comenzaron las elecciones generales en el sindicato bancario. Se eligen tanto la dirección nacional como los “consejos de sector” (privado y estatal) que son la conducción para cada rama del sindicato. En noviembre se realizará la elección de las “Comisiones Representativas” de cada banco.
La constitución de la “Coordinación para el Cambio”, con la integración de las listas 319 (BHU y ANV), 575 y 810 (BROU) y 999 (BSE), junto a otros compañeros independientes de la banca privada y estatal (por ejemplo, del Banco Central), es un gran salto adelante en la lucha por la recuperación de un sindicato independiente del gobierno de turno, donde su dirección esté subordinada a las resoluciones soberanas de las asambleas. Hace apenas dos años, había sido imposible un frente de agrupaciones clasistas, y los integrantes de la “coordinación” se fragmentaban en tres listas diferentes. La suma de los votos de aquellas tres listas era casi equivalente a los que obtenía entonces la lista 98. De haber concurrido en un frente común podrían haber disputado la presidencia de la banca oficial, una cuestión fundamental de cara a la lucha por el convenio colectivo.
La “Coordinación” nació en confrontación con las listas oficialistas, en particular a partir de un planteo para el convenio. En setiembre de 2015, estas cuatro agrupaciones habían suscrito una propuesta común de plataforma y reclamado que se convocara a una asamblea general de la banca oficial. Ambas cosas fueron rechazadas por la conducción burocrática, que mantuvo al gremio en la pasividad e inició la negociación sin ningún mandato, negándose a consultar a las bases sindicales. En la experiencia de las sucesivas asambleas (donde la dirección era derrotada) y de las juntas de delegados (convocadas a partir de la resolución de una asamblea en mayo 2016 propuesta por esta “Coordinación”), se fue estableciendo en primer lugar una delimitación con la lista 1955 (MPP y PVP) que inicialmente suscribía los planteos de las agrupaciones clasistas. La corriente emepepista fue apartándose de este bloque e intentando jugar un rol de “bisagra” con la conducción de Articulación (98) y el PCU (17), que no tuvo resultados. Las dos listas mayoritarias (con el apoyo por supuesto de la lista 33 del BSE) estaban jugadas a aprobar el convenio colectivo que abría el camino a un retroceso, ya que admitía la posibilidad de extensión de la jornada.
La mayoría de la dirección (listas 98 y 17) se negaron también a movilizar al gremio contra el cierre de sucursales del Banco de la República. En la práctica, esta conducción oficialista apoya el proceso de tercerizaciones hacia las redes de pago y otras “corresponsalías no bancarias”, que conlleva la eliminación de puestos de trabajo.
En el Banco de Seguros, donde la lista 999 obtuvo la presidencia (aunque carece de mayoría absoluta) se ha impulsado el mecanismo de consulta y debate sistemático con los compañeros, convocando asambleas generales, por edificio, intentando reflotar la junta de delegados. La Comisión Representativa allí logró algunos avances pese a que la política general de la conducción de AEBU genera un fuerte desánimo de los compañeros. Un ejemplo fue la conquista de una reglamentación de suplentes que instala derechos históricamente negados a los trabajadores eventuales o jornaleros del sanatorio del BSE, y que abre camino a su regularización como trabajadores presupuestados.
La posibilidad de obtener la presidencia para este frente de agrupaciones clasistas, que quedaría en manos de un joven militante como Matías Arbizu (BROU), puede generar un reanimamiento desde abajo. Apostamos a que esas bases hoy desanimadas se sientan estimuladas por un triunfo del sindicalismo independiente del gobierno, y se integren cada vez más a este proceso, sobre todo los sectores juveniles. En este contexto, las elecciones de noviembre serían un “segundo round” fundamental, donde sería posible obtener la presidencia de la Representativa del Banco República y la ANV (y mantener las del BSE y el BHU, que ya están en manos de agrupaciones de la “Coordinación”).
En la izquierda que se proclama opositora al gobierno hay corrientes que declaran cerrada toda posibilidad de recuperar los sindicatos que hoy domina el oficialismo. Renuncian a dar esa lucha, y en algunos casos proclaman la conformación de “sindicatitos” supuestamente revolucionarios (que nunca realizan un paro o movilización). La experiencia del sindicato bancario, como muchas otras, demuestra que esa línea desmoralizadora no va a ninguna parte, mientras que quienes se han mantenido luchando logran canalizar a una importante parte de la base sindical. Los mismos sectores que plantean excluirse de los gremios estudiantiles universitarios, siguen aislados y se dedican apenas a quejarse desde afuera del movimiento. La oposición de izquierda sin embargo crece en la FEUU y muchas veces acorrala a las corrientes oficialistas, como se expresó en el pronunciamiento (unánime) contra la delegación del PIT-CNT que avaló al régimen sionista.
Una victoria clasista en la banca oficial puede ayudar además a conformar un bloque que impulse la movilización en conjunto con otros sindicatos, particularmente de la Mesa Coordinadora de Entes, y de todo el sector público. Sería un gran avance para todo el movimiento obrero, y animaría a los que rechazan la subordinación sindical al gobierno.