Quienes apuestan por el camino del diálogo social entre las clases y la unidad nacional, antes que por la movilización y la lucha de los trabajadores, recurren sistemáticamente al argumento circular de que la gente está desmovilizada y derrotada, para justificar sus propias estrategias derrotistas. La pasada movilización del 2 de julio destruyó este argumento, explicitando la existencia de todo un sector de trabajadores, estudiantes y activistas con voluntad de construir un camino de resistencia y lucha ante el ajuste del gobierno, expresado en la LUC, la rebaja salarial, los despidos, etc. Alrededor de 7000 personas marchando desde plaza independencia hasta el palacio legislativo, dan paso a un nuevo escenario de lucha y organización independiente
La construcción colectiva de un método
Muchos pueden sorprenderse ante la irrupción de una marcha de estas dimensiones, siendo organizada de forma auto convocada y no por ningún gran aparato sindical o político. Sin embargo si observamos con atención algunas señales precedentes logramos entender como logró organizarse una movilización de estas características.
El final del pasado 2019 había sido ya el escenario de varias movilizaciones, algunas de ellas convocadas con el mismo método que la del 2J; la formación de una coordinación abierta entre organizaciones que acuerdan en su rechazo a determinada política, la organización de pequeñas acciones que hagan resonar el nombre de la coordinación, y finalmente la organización de una marcha y su difusión organizada tanto en las calles como en las redes. El ejemplo más similar a la marcha contra la LUC es tal vez el de la Marcha Nacional contra UPM, organizada el 25 de agosto, a días de las elecciones, donde se logro la presencia de alrededor de 5000 personas en la calle para rechazar la instalación de la pastera y su tren. La forma en que la Coordinación Nacional contra UPM organizó esa marcha tiene muchas similitudes con la forma en que fue organizada la marcha contra la LUC (propaganda masiva en calles y redes, adhesiones de sindicatos y organizaciones). Pero también existieron movilizaciones auto convocadas como la marcha contra el G-20 y la marcha en solidaridad con Chile.
Ya en el 2020 y durante la pandemia (donde mas debería pesar la “desmovilización”) se realizó una primera concentración contra la LUC el 14 de mayo, impulsada por organizaciones sociales independientes, y ya más cercano al 2J la concurrida marcha a los 47 años de la huelga general y el golpe de estado, organizada por la Coordinación 27 de Junio. Esta continuidad de coordinadoras y movilizaciones independientes no es casual, nos habla de la construcción colectiva de un método para esquivar la desmovilización de las grandes direcciones políticas.
Otro factor que debe ser destacado al analizar este método de movilización es el de las redes. En las redes sociales interactúan permanentemente decenas de miles de personas, siendo entonces un campo muy fértil para la propaganda. Este elemento es una novedad no solo en Uruguay sino en todo el mundo, como lo muestran las jornadas nacionales de protesta en Chile organizadas por las redes, los paros internacionales de repartidores, y otros ejemplos. La posibilidad de pagar publicidad amplía el publico y permite armar difusiones realmente masivas. Los capitalistas han creado un arma que perfeccionada por los revolucionarios puede volverse letal, como dice la frase atribuida a Lenin “Los capitalistas nos venderán la soga con la que los ahorcaremos”.
Por otro lado, sería un error atribuir el éxito de la convocatoria únicamente a virtudes técnicas organizativas, ya que un factor central se encuentra en la misma situación política. Además de la tendencia a la movilización, y de la voluntad de enfrentar el ajuste por parte de los trabajadores, nos encontramos con un signo político central en la etapa; la renuncia del Frente Amplio a enfrentar firmemente la política del gobierno, su rol de oposición constructiva, lo cual implica en términos de estrategia política la negativa férrea a convertir al FA en un factor de desestabilización y crisis política, respondiendo así a la presión de una clase capitalista que no quiere ver a Uruguay integrándose a la convulsión regional y global.
Para el FA la presión de los capitalistas por la estabilidad del régimen es infinitamente más importante que la presión de las masas populares por sus atacadas condiciones de vida, por esto tratan de contribuir a la formación de un status quo, el cual implica de por sí una dudosa apuesta ya que la propia crisis mundial, la pandemia, y la situación económica y social a nivel nacional funcionan como factores de desequilibrio permanente. Para los parlamentarios apoltronados ejecutar esta política es muy fácil, dado el carácter de circo que implica la política parlamentaria, pero para los representantes sindicales y estudiantiles del FA, incapaces de ofrecer con seguridad no ya una vía de movilizaciones sino un simple referendum, se abre una etapa de tensión, que los somete a la posibilidad de ser desbordados por sus propias bases; esto es lo que expresa la asistencia de muchos frenteamplistas a movilizaciones auto convocadas, y su interacción con organizaciones contrarias al frente amplio, que profundiza la tendencia al desborde. La profundización de esta tendencia dependerá por un lado de la capitalización consciente por parte de la izquierda revolucionaria de esta situación, y por el otro lado de la dinámica de la crisis política.
El escenario planteado es el de una clase obrera que avanza hacia una gran confrontación, y va preparando sus métodos para intervenir en ella a las alturas de las circunstancias.
¿Cómo continuamos?
La consigna de unificar las luchas se vuelve algo mucho más tangible a la luz de estos desarrollos políticos, lo mismo ocurre con la táctica del frente único, de gran importancia en los grandes debates de estrategia revolucionaria, como los primeros cuatro congresos de la III Internacional. La adhesión a las movilizaciones autoconvocadas de sindicatos importantes, supone por sí misma un principio de frente único en la acción concreta. Una de las tareas principales para los revolucionarios es la de canalizar esta situación hacia el enfrentamiento del movimiento obrero con el Estado. Se vuelve urgente impulsar una instancia de deliberación que incluya a las distintas coordinaciones en lucha, pero también a las bases de las organizaciones obreras, cooperativistas y estudiantiles, que defiendan el método de la independencia de clase, para decidir cómo poner en pie un movimiento general de lucha.
Por otro lado es importante señalar que las coordinaciones hasta ahora surgidas tienen un carácter defensivo, ósea que surgen en respuesta a un determinado ataque del Estado. ¿Cómo ampliamos la perspectiva? ¿De qué forma podemos utilizar el método de la coordinación no solo para defendernos sino para conquistar reivindicaciones?. La movilización callejera logra poner los asuntos sobre la mesa y unifica en la calle a los luchadores, pero para derrotar grandes proyectos como la LUC no alcanza con marchar, es necesario combinar la movilización con los métodos históricos de la clase, sobre todo la huelga. Para afrontar desafíos de esta magnitud, es necesaria la construcción de un espacio que supere el inmediatismo defensivo, y que se proyecte de forma permanente, construyendo sólidos lazos con los trabajadores que den más poder a las medidas de lucha. La construcción de este espacio será un importante factor de evolución política para miles de activistas obreros y juveniles.
En una etapa que combina por un lado los ataques a las condiciones de vida de las masas, y por el otro lado una voluntad de estas de superar sus condiciones de fragmentación para responder, aquellos que logren garantizar la movilización unificada de la clase obrera serán los que ganaran la confianza de los trabajadores. En este momento la dirección del FA y el PIT-CNT no está en condiciones de garantizarle a los trabajadores esa posibilidad, lo cual le abre lugar al clasismo.
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