Políticas

2022, la clase obrera en la ‘pole position′

Publicado el jueves 16 de diciembre en  el semanario Voces


La de esta semana es la pregunta fundamental: ¿Por qué esta ofensiva contra los gremios? El término ofensiva se ajusta perfectamente a la situación. El presidente de regreso en el país luego de su pomposa e inconcebible visita a Qatar ha repetido por enésima vez que como representante máximo del gobierno va a garantizar todos los derechos constitucionales. En la misma conferencia de prensa se desdijo de lo que había afirmado una semana atrás cuando aseguró que estábamos ante una “escalada de paros”. Algún asesor le sopló al oído que los números de conflictividad del último año se mantienen por debajo de cuando gobernaba el Frente Amplio. “Sobre si hay una escalada de paros o no, podemos pasar hasta Nochebuena discutiendo eso” reculó el mandatario. Es una controversia engañosa, porque esos números no recogen la calidad de las medidas, los sectores donde se dan, ni el proceso por el que se llegó a ellas.

Según los índices de Conflictividad Laboral elaborados por la Universidad Católica, en el año corriente el número es de 40.48, uno de los mas bajos en los últimos diez años, periodo que encabeza el 2015, en que hubo cinco paros generales. Año signado por el decreto de esencialidad de Vázquez contra los docentes.  Los propios autores advierten que debe ser tomado con pinzas, ya que se pondera tanto las jornadas potencialmente trabajables, como la cantidad de trabajadores implicados en el conflicto. Así, un paro parcial del Sunca puede disparar la gráfica hacia arriba por el volumen de las horas jornal caído y un conflicto de meses en una empresa o fábrica con 80 trabajadores no mover la aguja.

“Simplemente nosotros vamos a aplicar (la ley) y vamos a tratar de el que quiera hacer huelga, que la haga. Y el que no quiera –quiera trabajar–, tenga el mismo derecho que el otro en nuestro país, y vamos a proteger a todos” (14/12). La insistencia en realidad es un llamado en forma de clave a la polarización entre huelguistas y no huelguistas. Lo que se presenta como la garantía para el ejercicio de un derecho (hacer huelga), en realidad es su contrario, por que al asegurar calle liberada para los que no acatan una medida sindical como son los paros, lo que tenemos es la confiscación de ese derecho. El derecho a huelga y a carnerearla no se pueden contemplar al mismo tiempo, son excluyentes. Enredado en sus propios sofismas el presidente expone el enorme callejón sin salida en que ha entrado toda la política oficial, que todavía busca guardar las formas.

Hemos señalado insistentemente que la oposición si bien persigue volver al gobierno en el próximo periodo, y eso conlleva delimitarse de la “agenda” de Lacalle, también necesita hacer letra con la burguesía, es decir, mostrarse “confiable”.  Para que no queden dudas Fernando Pereira, el seguro próximo presidente del FA ha elegido impugnar los dichos del primero con un argumento imbatible, “la realidad indica que estos dos últimos años han sido de baja conflictividad”. Otra vez, el mentado Índice Universidad Católica. Independientemente de lo fiel que sea este esquema, políticamente lo de Pereira es una verdadera confesión, sobre todo por alguien que hasta ayer fue presidente del PIT-CNT. En una entrevista en CX30, Pereira sentencia, “se está difundiendo que cada vez hay mas conflictividad para desprestigiar a los sindicatos”. Es el razonamiento de un perfecto burócrata. Las medidas de lucha han sido todas en respuesta a distintos ataques, desde los paros en los frigoríficos de octubre-noviembre a las medidas de los portuarios antes y después. El derecho fuerte del trabajador es el derecho a la defensa, nunca puede desprestigiarlo, salvo que la vara para medirlo sean los estudios de TV y los medios de la pequeñoburguesía acomodada. La réplica organizada a los intentos por despojar de condiciones laborales o de recortar los salarios estimula a los explotados y pone en movimiento las reservas de lucha. Si se agrega que hasta dirigentes del FA se ven forzados a denunciar periódicamente la perdida salarial, los envíos al seguro de paro y las pérdidas de puestos de trabajo vanagloriarse por la baja conflictividad constituye un acto irreversible de prostitución política.

Lo que se ha dado en el ultimo semestre han sido un conjunto de luchas sindicales que fueron extendiendo el frente de lucha de los trabajadores: pesca, construcción, enseñanza, frigoríficos, portuarios. Estas luchas han tenido resultados diversos, pero una característica común es que se dieron al margen de la burocracia, que las ha dejó a su suerte. Las tolera en casos excepcionales, pero se ha cuidado mucho de que se generalicen. El corazón del asunto, entonces sigue siendo el de la dirección de las masas. El último congreso del PIT-CNT fue instructivo en este sentido, porque si bien los distintos documentos, incluido el de la corriente Gerardo Cuesta (PCU+Articulación), coincidían en un diagnóstico de descomposición capitalista a escala planetaria y de ataques inminentes a las condiciones de vida de las masas, la principal novedad no fue la aprobación de un plan de lucha o una campaña por el salario, sino la incorporación del sindicato policial a la dirección cotidiana del PIT-CNT. Este curso terriblemente negativo se ha confirmado con la velocidad del rayo. La represión contra los trabajadores del transporte en Tres Cruces saldó definitivamente cualquier debate sobre la función policial bajo el régimen de la propiedad privada.

El gobierno está entre paréntesis, hasta el referéndum se encuentra incapacitado para retomar la iniciativa. Es un conglomerado de partidos que ha perdido empuje. Álvaro Delgado, la sombra del presidente, ha calificado a los trabajadores del transporte interdepartamental como una “patota” que obstruía la libre circulación. Esta forma retrata a un gobierno que busca reforzarse, y reforzar a la clase capitalista, disimular sus limitaciones y sus pleitos internos.

El conflicto fundamental en el Uruguay no es entre el bloque multiderechista y el Frente Amplio, sino entre la clase obrera y la clase capitalista. Esto que aparece frecuentemente disimulado ha salido a la superficie en este fin de año. En 2022 la tarea es hacerla aún mas visible ante toda la opinión pública, profundizar una diferenciación política a través de la experiencia, preparar la huelga general y el gobierno de los trabajadores.

 

Camilo Márquez

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